El pueblo exigió libertad de los presos políticos, regreso de las personas exiliadas y absoluta libertad de expresión.
En la madrugada del 23 de enero de 1958, el dictador Marcos Pérez Jiménez decidió huir. Finalmente, la cobardía que escondía en la violencia empleada, salió a relucir. Se marcha hacia República Dominicana dejando un país que, pese a sus heridas, celebra haber recuperado la libertad. La Junta Patriótica se instaló al mando de Wolfang Larrazábal y los coroneles Carlos Luis Araque, Pedro José Quevedo, Roberto Casanova y Abel Romero Villate. La organización obrera y estudiantil logró una gran victoria tras una lucha de resistencia.
Hay gente que opina que “con Pérez Jiménez se vivía mejor” y señalan las realizaciones de infraestructura o el desarrollo de algunas industrias como ejemplo de ello. Esta posición denota estrabismo político al ser incapaz de enfocar que dichos avances son debidos a los altos precios que alcanzó el petróleo en el mercado internacional amén de pasar por alto las múltiples violaciones a los derechos humanos entre ellos a la vida, a la integridad física y psicológica, la libertad personal y la libertad de expresión, sólo por nombrar algunas.
Pérez Jiménez asumió el gobierno de Venezuela el 19 de abril de 1953 luego de haber participado en la Junta de Gobierno presidida por Germán Suárez Flamerich. En realidad, todos los antecedentes de su nombramiento como Presidente son tan retorcidos como lo fue también su mandato. En 1948, siendo Jefe de Sección del Estado Mayor del Ejército, fue uno de los impulsores del derrocamiento de Rómulo Gallegos. Luego fue Ministro de Defensa durante el gobierno de Delgado Chalbaud permaneciendo en su cargo tras el asesinato de este presidente. En 1952, es nombrado Presidente Provisional y, posteriormente, la Asamblea Nacional lo nombra Presidente para el periodo 1953-1958 lo cual ejerce bajo el lema “Nuevo Ideal Nacional”.
La dictadura de Pérez Jiménez, gobierno en el cual no hubo autonomía de poderes sino que al contrario todo el poder se concentró en la figura de este militar, se caracterizó por la represión. Se creó la Seguridad Nacional, órgano policial encargado de perseguir, apresar, torturar y asesinar o desaparecer a las personas que se oponían al régimen perezjimenista.
Otra característica de este periodo fue la ausencia de libertad de expresión. Muchos periodistas tuvieron que trabajar en la clandestinidad para evitar ser víctimas de los ataques. Uno de estos periodistas fue Fabricio Ojeda quien también constituyó y presidió la Junta Patriótica, organización que aglutinó las fuerzas populares y coordinó las acciones que conllevaron al fin de la dictadura.
Es a partir de esa fecha que se restituye la democracia. Tomando en cuenta que este año tendremos la renovación de una de las instituciones más importantes para la vida democrática como lo es la Asamblea Nacional, aprovechemos esta efemérides para reflexionar un poco sobre las implicaciones sociales y políticas de esta forma de gobierno.
Para Boaventura de Sousa Santos, actualmente a nivel mundial “vivimos en sociedades políticamente democráticas pero socialmente fascistas. O sea: está emergiendo una nueva forma de fascismo que no es un régimen político, sino un régimen social”. También según este autor, otra de las crisis de la democracia, no ya como ideal sino como práctica, es que se cumple el principio de la autorización del pueblo para que ciertas personas lo representen pero luego éstas personas elegidas no le rinden cuentas suficientemente.
Para que haya una democracia fuerte en nuestras instituciones educativas debe haber complementariedad entre los aportes de cada uno de los sectores; estudiantes, docentes, padres, madres, representantes y responsables y la comunidad. El gobierno escolar forma en valores como la inclusión, la tolerancia, solidaridad, ayuda mutua y convivencia capacitando en la toma de decisiones responsables, el ejercicio de derechos y cumplimiento de deberes y compromisos. No podemos aspirar a contar con unos ciudadanos y ciudadanas que participen activamente en la vida social si no les hemos formado para ello. Debemos construir una cultura democrática. Esto supone asumir los valores democráticos como fundamento de la convivencia; crear dispositivos que permitan el acceso a la justicia escolar y la resolución de conflictos; construcción colectiva de las normas de convivencia; propiciar la comunicación como vehículo de encuentro y negociación y favorecer el aprendizaje de habilidades y competencias para el ejercicio de la autonomía.
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