“Usted, director(...), usted maestro(...), usted maestra(...), usted profesor(...), tiene que estar pendiente de la integralidad de la formación de sus alumnos, que son como hijos, como hijos todos por igual, sean blancos, negros, ricos, pobres, lo que sean, son los hijos de la patria, hijos de todos nosotros”.
Hugo Chávez, discurso con motivo de los primeros cien días de gobierno, Palacio de Miraflores, Caracas, 13/5/1999.

Natalicio de José Francisco Bermúdez

“Audacia en el plan y prudencia en la ejecución” Simón Bolívar
Guerra, fusiles, destrucción, muerte, dolor, mutilación, escombros, terror. En las distintas batallas que ocurrieron durante la guerra para obtener nuestra independencia, muchos fueron los sucesos heroicos. José Francisco Bermúdez fue el protagonista de muchos de ellos. Nacido en el estado Sucre, el 23 de enero de 1782, desde muy joven mostró inclinación por las causas justas. Sintiendo mucha identificación por los sectores populares fue conocido por afectos y opositores con el nombre de “Juan Pueblo”. Tuvo un carácter apasionado que en ocasiones le condujo a acciones valerosas y en otras, por el contrario, lo arrojaron a terribles equivocaciones.

Luego de la Declaración de Independencia se une al ejército patriota y participa en las acciones bélicas del oriente del país. Cumaná, Barcelona, Píritu, Güiria son escenarios para sus proezas. En 1813, toma parte en la expedición de Chacachacare, isla de la República de Trinidad y Tobago que fue usada como base de operaciones militares por Santiago Mariño para la liberación de las provincias de Barcelona y Cumaná .

Eso de que en el amor así como en la guerra todo se vale, es falso. La humanidad a fuerza de pérdidas irreparables ha ido aprendiendo que aún en las peores circunstancias, no es posible la absoluta destrucción ni el trato cruel al contrario. Ese principio siempre acompañó al Libertador Simón Bolívar y fue motivo de sus desencuentros con José Francisco Bermúdez al que a menudo reprendió por su falta de conmiseración hacia el enemigo.

Bernardo, hermano de José Francisco, es apresado por los españoles y condenado a fusilamiento. En dicho acto cae herido y, ante las súplicas de los testigos, se le permite seguir con vida pero luego es ejecutado en su lecho de convalecencia. Esto molesta profundamente a José Francisco quien jura exterminar a cuantos enemigos caigan en sus manos. Esta actitud le valen la fama de bárbaro e inhumano.

Junto a Mariño, marcha hacia el centro el país y participa en las batallas de Bocachica, Aroa y en la primera batalla de Carabobo. En Aragua de Barcelona se enfrenta al realista Francisco Tomás Morales en una cruenta batalla que se ejecuta casa por casa dejando un saldo impresionante de víctimas fatales. Luego regresa a Cumaná y, esta vez, siguiendo el mando de José Félix Ribas peleará contra Boves no siempre siendo victorioso en ellas.

Bermúdez fue siempre un hombre ambicioso e impulsivo. Su carácter lo llevó a varios actos de desobediencia e indisciplina e, incluso, a atentar contra la vida del Libertador a quien contradijo y negó su fidelidad varias veces. Arrepentido luego de estas acciones volvía a solicitar ser tomado en cuenta para comandar fuerzas patrióticas obteniendo el perdón dubitativo de sus pares.

Mariño lo utiliza en sus operaciones y en el año de 1817, cuando Bolívar reclama el auxilio del Libertador de Oriente, éste marcha en su socorro llevando a Bermúdez como Jefe de División. Fue Bermúdez a quien le tocó ser el primero en abrirse paso. Un espontáneo abrazo y las frases sinceras de Bolívar quien entre otras le dijo "Libertador del Libertador", volvieron a Bermúdez a la obediencia y hasta al afecto.

A partir de este momento toda misión encomendada fue cumplida a cabalidad. No hubo sacrificio al que se negara a someterse ni trabajo que delegara. Es inobjetable el valor y ejemplo de sacrificio y tenacidad de Bermúdez, estas cualidades lo colocan entre los grandes líderes de su tiempo.

Con Bermúdez hemos buscado el lugar preciso para perpetuarnos, el hogar donde radicarnos con nuestros ímpetus y calmas, nuestros rasgos impertinentes, nuestra ética, el candelabro encendido al que nos aferramos mientras caminamos muchas veces a tientas . De su vida debemos aprender que jamás por buscar la verdad se puede herir la memoria, que la justicia implica respeto y que el bien común es la única elección en casos dilemáticos.

Bermúdez nos invita a reconocer que las palabras son perecederas pero no las huellas que éstas dejan, por eso es importante asumir el compromiso ético con la historia y no perder tiempo en intrascendencias o violencias.

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