La única fuerza y la única verdad que hay en esta vida es el amor.
José Martí
...
Yo quisiera una escuela
sin cercas, como el abrazo
amiga, como un parque
feliz, como un domingo.
Donde estuvieras tú
donde estuviera yo
donde estuviera el mañana
Carlos Angulo
El 20 de noviembre se celebra la aprobación de la Declaración de los derechos del niño, en 1959 y la Convención de los derechos del niño, en 1989. Aún cuando numerosos países poseen leyes que protegen a la infancia, muchos no las cumplen. Esto significa a menudo vivir en situaciones de pobreza, sin hogar, sin protección jurídica, sin acceso a la educación, en situaciones de abandono, afectados por enfermedades prevenibles, entre otras.
Los derechos no son cosa de un día pero es conveniente dedicar una jornada especialmente a actualizar nuestros acuerdos de convivencia para garantizar que la vida escolar transcurra bajo el criterio del Buen Trato. Para ello se hace preciso el cumplimiento de las responsabilidades sociales; ser parte activa de las soluciones de los problemas que se presentan; permitir que otras personas con ideas u opiniones diferentes se expresen en libertad; rechazar cualquier forma de violencia; promover la solidaridad y el apoyo mutuo.
Así, la cooperación y compañerismo desde el aula deben estar dirigidos en todo momento a abrir espacios de formación en ciudadanía.
Miradas desde la niñez:
El sombrero proscrito. Para esquivar el abrasivo sol paraguanero, su abuelo le regaló a Antonio un sombrero yukpa. Cada mañana al salir de casa rumbo a la escuela, Antonio se colocaba su sombrero y muy ufano emprendía el camino.
A la maestra, el uso del sombrero en cuestión no le parecía correcto por lo que optó por prohibirle su uso.
Los sombreros son sólo para los actos culturales para que los niños se vistan como niños del campo – le señaló.
Antonio no entendió la lógica de la maestra y le respondió: Y si yo que soy del campo no me pongo mi sombrero, ¿cómo se van vestir los niños para los actos culturales?
Con seguridad, te amo. Al día siguiente de la celebración de sus quince años, Marisela y yo recogíamos los desechos del decorado de la fiesta cuando en tono confidencial me confesó:
- Profe, ayer mi novio me pidió una prueba de amor. Yo le dije: Con seguridad, te amo: primero, usas el condón; segundo, no haces nada que no me guste; tercero, nada de violencia ni física ni psicológica y si no cumples con alguna de las anteriores, te denuncio.
¿Profesión o nacionalidad? Conversaban la abuela y el nieto. Entre tantos interrogantes y respuestas de ida y vuelta la abuela le preguntó al niño cuáles eran sus planes profesionales, pregunta un tanto prematura a sus cuatro años.
- ¿Qué te gustaría ser cuando seas grande?
- Médico cubano –respondió de inmediato.
Sonreída la abuela le explicó con ternura que habiendo nacido en Venezuela él era venezolano, si hubiese nacido en Cuba, sería cubano.
- Yo sé, abuela. Pero me preguntaste qué quiero ser, no dónde nací.
Palabras que enferman. El abuelo trataba de leer pero Fabián no se callaba ni un minuto. Preguntaba. Explicaba. Contaba.
- Fabo, ¿dónde tienes tú el botoncito de apagarte? ¿Por qué no te quedas callado un rato?
- Abuelo: si me quedo callado, me trago las palabras y se van al estómago sin masticar como los chorizos de la pizza y se va haciendo un montoncito de palabras que se dañan y si las vomito ya no parecen palabras sino otra cosa. O si no, se meten debajo de la piel y se arrugan. Por eso tú estás todo arrugado: porque no hablas mucho. O si no, se van al corazón y el corazón se hincha, se hincha, se hincha hasta que se explota, por eso a la gente le da un infarto. O si no, se meten debajo de las uñas: mira, esto no es mugre: son palabras que me faltó decir. O si no…
- ¡Ya, Fabián! ¡Que te quedes callado!
- Abuelo, entonces ¿tú de verdad quieres que me enferme? ¡Te estoy explicando que no me puedo callar!
Fuente: EfemeridesHoy (Viceministerio de Comunidades Educativas y Unión con el Pueblo)
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